Valencia, 28 de abril, en la Feria del Libro

Suena el despertador, son las 5:45 h de la mañana, no me importa, aunque es pronto, suelo despertarme bastante antes para trabajar con mi taxi. Además, si es para asistir a la Feria del Libro de Valencia, no tengo ningún problema. El trayecto en tren se me hace corto; me gusta viajar en este medio: es rápido, limpio, silencioso. Como es temprano, muchos compañeros de vagón duermen, otros escuchan música con sus cascos; el volumen es moderado y me permite mirar el paisaje por la ventana sin distracciones y en silencio. Me acompaña mi marido, Carlos. Mi gran apoyo y también mi asistente, pues consigue hacerme la vida más fácil. Se ocupa de las cosas importantes, me cuida y me permite pensar en lo que está por venir, que no es otra cosa que una jornada intensa, emocionante, desconocida y con mucha expectación por cómo se van a desarrollar los acontecimientos. En realidad, tengo la mente llena de preguntas: ¿vendrá alguien?, ¿querrá conocerme?, ¿me comprará la novela?, ¿seré capaz de hacer germinar la semilla de la curiosidad en el potencial lector? No suelo ser una persona a la que se le noten los nervios, pero el pasado viernes 28 de abril, en Los Jardines del Real o Viveros de Valencia, en la caseta número 31, que pertenecía a Bohodón Editorial, sí estaba nerviosa. No es para menos, puesto que esta feria del libro es la segunda más importante de España, después de la de Madrid. Llegamos antes de tiempo, y eso que fuimos andando desde la Estación de Joaquín Sorolla hasta la ubicación del evento. Aun así, las casetas, que sumaban más de cien, estaban cerradas en su mayoría, algunas tenían el cierre a medio echar y sus dueños se entretenían en limpiar de polvo las estanterías, en colocar género y en poner en orden los libros para tener todo a punto en el momento de la apertura. Para entretenernos, decidimos caminar por los alrededores y así descubrimos la belleza del entorno en el que se ha celebrado esta gran fiesta. El parque es de origen árabe y en éste tuvimos la oportunidad de admirar diversas fuentes, estatuas, cenadores, un pequeño palacio, una gran jaula repleta de bellos pájaros… en definitiva, conocimos un rincón de Valencia que esconde extraordinarios secretos dignos de admiración. Llegada la hora de apertura, nos dirigimos a la caseta que, desde ese momento, sería el centro de mi universo durante unas horas. Mi editor, José Luis, me estaba esperando y estuvo a mi lado en todo momento para darme ánimo e ilustrarme sobre cómo abordar el desconocido mundo del público, de las ventas y en cómo despertar su interés. Él puso toda su experiencia de escritor y de editor a mi disposición ¡y vaya si la agradecí! Pronto descubrí que, si no eres Aramburu, Almudena Grandes, Alberto Vázquez Figueroa, o cualquier gran y conocido escritor o escritora, por mucho que en un cartel con tu foto rece la frase: «hoy firma… », nadie se va a parar con cara de admiración y con libro en mano delante de uno para que le eches un autógrafo. Más al contrario: tuve que ser yo la que, a riesgo de ser pesada, me dirigiera al paseante que se paraba con descuidada curiosidad delante de mis libros expuestos en el mostrador, para preguntarle qué tipo de lectura buscaba y para contarle, sin aburrirle, el argumento de La melodía recurrente, ¡y qué difícil es! En efecto, despertar el interés a un posible lector es harto complicado. Hay que tener en cuenta que la oferta de libros es abrumadora (se publican al año en España más de 70.000 títulos). Además, el grupo Planeta abarca la mayoría de autores consagrados; bombardean a los potenciales lectores con publicidad, con entrevistas en las radios y en los periódicos más punteros, también con carteles en las flotas de autobuses de las ciudades y sus correspondientes marquesinas, etc. Después de este grupo editoral, está Penguin Ramdon House, el segundo más importante, que abarca lo que no ha copado el anterior. Luego, está todo lo demás. Pretender que todo el que pasara por delante de mi mostrador, en el que esperaba bolígrafo en mano para firmar mis ejemplares, se parase a escuchar las razones de una total desconocida para que comprasen su libro era una tarea complicada y utópica. Comprendí que, de un todo, el porcentaje de personas que estarían dispuestas a hacerlo sería muy pequeño, y aún así, estaría bien, que digo bien: estaría muy bien. El hecho de que un público diverso haya confiado en mí, una total desconocida, sin aval de ningún tipo (hay que tener en cuenta que la editorial es muy pequeña, que no hace ninguna publicidad ni de mí, ni de mi obra), y que, después de una charla distendida, de escucharme, de interesarse por el argumento, me hayan comprado un ejemplar, es un gran logro y los estaré eternamente agradecida. La jornada fue agotadora y muy gratificante; pude conversar con muchísima gente, unos más interesados que otros, de eso no me cupo duda. De lo que estoy segura es de que estoy sembrando, y de que ésta no es una carrera de velocidad sino de resistencia. Se trata de ser honesto con el lector, de comprender y de respetar que mi proyecto, mi estilo, mi temática, no ilusionan a todo el mundo y que, de los posibles interesados, hay muchas otras obras, similares, mejores, peores o de igual calidad, que intentan abrirse camino en el mundo de las letras, de la literatura, de las historias y de las vidas ficticias que inventamos y que ponemos a disposición de aquellos que quieran vivirlas durante el tiempo que dura su lectura. Por mi parte, me llevo un recuerdo imborrable de este día, con la certeza de que no será el último. Llegan otras ferias, unas más pequeñas, otras más importantes, da lo mismo, lo primordial es que en cada una aprenderé de vosotros los lectores que, en definitiva, sois los jueces y sois los que me otorgaréis el lugar que me corresponde. Muchas gracias.  

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *