—¡Ábrenos, deprisa!
—¡¿Cómo os ha ido?! —Blancanieves preguntaba expectante a sus amigas, mientras abría el portón.
—¡Lo hemos hecho! —exclamó Bella pletórica.
—Lo tenía bien merecido: se ha bebido la pócima enterita —afirmó Aurora orgullosa.
—¿La que le cogí a mi madrastra? —preguntó Blanca, con curiosidad.
—Sí, esa misma. —Cenicienta se quitaba la capa, mientras cambiaba sus zapatos de cristal, por unas viejas pantuflas —¡Qué ganas tenía de quitármelos!
—Y… ¿qué ha pasado?, ¡contad! —La voz de Blanca sonaba impaciente.
—Pues, lo que esperábamos todas: ha caído muerto —resumió Bella.
—Muerto… muerto… no: está inmerso en un sueño eterno, ¿no es así? —dudaba Cenicienta.
—¡Chicas, chicas! —gritó Bella con la boca llena, mientras comía sobras de la nevera—, hemos hecho lo que debíamos hacer, ¡punto!; además, solo está dormido.
—¡Sí, pero para siempre!
—¡Noooo! —aclaró Blanca—; solo, hasta que le den un beso de amor verdadero.
—Pues eso: ¡para siempre! —se reafirmó Cenicienta y todas rieron con ganas.
—Habréis escondido el cuerpo… —Blanca había robado la Pócima del Sueño Eterno; pero, a pesar de que estaba de acuerdo con sus amigas, tuvo miedo y no las acompañó en sus planes—. No deben de encontrarlo: mi madrastra es la bruja forense encargada de investigar los fallecimientos ocurridos en el reino y, además, es especialista en pócimas: ella creó la PSE.
—Ya, pensamos en eso y hemos recurrido a Fiona (es la más fuerte); ella sola ha podido cargar con el peso muerto. —Bella se encendió un cigarro de marihuana y tras darle dos caladas, se lo pasó a Aurora.
—¿Habéis involucrado a Fiona? —aseveró preocupada Blanca.
—La hemos contado el porqué y por quién lo estábamos haciendo: fue suficiente. —Bella la apaciguó—. Está en la ciénaga, en una cueva; nadie va a ir allí, y menos, para dar un beso de amor verdadero a ese malnacido ¿Alguien quiere un gin-tonic?
—Voy a ver a Caperucita, ¿está en su alcoba? —Aurora estaba preocupada—; quiero decirle que está a salvo.
—Eso la dará ánimo —aseguró Blanca con un semblante pesaroso—, desde que su abuelita y su madre murieron, no ha levantado cabeza. El negocio de las tortas y la miel no va muy bien: el lobo feroz no paraba de acosarla; ella salía solo lo necesario y al final… —Blanca no pudo acabar la frase, por la congoja que sentía al pensar en lo que su pobre amiga estaba sufriendo.
—Tranquila, el indeseable ya tiene su merecido; anda, bebe. —Bella le extendió un cóctel y probó el suyo con satisfacción— ¡Mmnnn, soy especialista!
—Caperucita viene ahora; ya sabe que su violador está fuera de circulación y eso le ha devuelto el color a su rostro. —Aurora se sentó sobre las rodillas de Bella, le dio un beso en la boca y aceptó la última calada del cigarro, que apagó después de apurarlo.
—Y, ¿cómo habéis conseguido que se beba el preparado?
—Conocíamos las rutinas de Lobo y lo esperamos en el río; allí nos encontró, mientras tomábamos unas cervezas y un baño. En cuanto nos vio, bajó la guardia; el estúpido pensaba que le estábamos seduciendo y, cuando le invitamos a participar del «pícnic», no se lo pensó. —Bella estaba orgullosa.
—¡Siiiiiiií!, a los hombres se les llena el cerebro de semen, si ven a tres muchachas guapas y amables sonriéndoles —confirmó Cenicienta.
—La costumbre es que debemos de tener a un hombre al lado, pero lo mío con Encantador no funcionó; sin embargo, ahora soy feliz con mis «siete amiguitos» —Blanca sonrió con picardía y todas aplaudieron.
—Ellos creen que somos damas pusilánimes, que necesitamos de su testosterona para decidir; en este reino, siempre ha sido así: el príncipe valiente salva la vida a la pobre dama, tonta y desvalida —teatralizó Bella—. ¡Pues ya está bien!, ¡se acabó la dominación masculina y su rol paternalista! Somos princesas de cuento, pero también, somos dueñas de nuestras vidas ¡Ni una más, pasará por lo que ha pasado Caperucita! —Bella defendía sus ideales con vehemencia y las demás asintieron.
Y… colorín, colorado, este cuento todavía no ha terminado, porque las valientes princesas siguen luchando, para eliminar de su reino a todos los miserables lobos feroces.